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lunes, 28 de enero de 2013

Los pueblos fumigados. Catástrofe sanitaria





La rentabilidad de la soja que es descomunal provocó que se expandiera la frontera agrícola. Más de 12 millones de personas convivieron el último año con la aplicación de 370 millones de litros de agrotóxicos. En las provincias de Córdoba y Santa Fé rocían desde los aviones. Sin embargo la lucha de las madres de Ituzaingó, logró que se aplicara la Ley de Residuos Peligrosos contra empresarios sojeros. Hoy los pueblos pueden exigir frenar una fumigación que contamina un barrio o una escuela.
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En los últimos diez años, la frontera agrícola se expandió casi en un 60 por ciento, avanzando sobre regiones destinadas a otras producciones, sobre territorios con agricultura familiares y, masivamente, sobre bosques.

La tonelada de soja que cotizaba a 160 u$s en 2001, en julio de 2012 valía 600 u$s, el rendimiento promedio es de 3 a 4 tn/ha, los costos de producción son de 200-250 u$s/ha: la rentabilidad es descomunal. De un total de 300 mil productores rurales existentes en todo el país, 80 mil se dedican a esta agricultura transgénica y química; de ellos solo 20 mil concentran el 70 por ciento de la producción y son básicamente pooles de siembra que producen mediante el arrendando campos o intrusando territorios de pueblos originarios o de campesinos ancestrales.

Esta agricultura imperante se sostiene sobre el monocultivo agroindustrial utilizando un paquete tecnológico que incluye siembra directa, semillas transgénicas y aplicación de agrotóxicos. En ese marco, como consecuencia de la inviabilidad natural del monocultivo, para poder sostener la producción se aplican cantidades cada vez mayores de agroquímicos, en un territorio donde conviven con los cultivos transgénicos más de 12 millones de personas.

Es preciso reconocer que los “productos” que utilizan son todos venenos: los herbicidas como glifosato, 2.4D o atrazina, están destinados a matar plantas, y los orientados a matar insectos más utilizados son endosulfán, clorpirifós, dimetoato, etc., todos tienen efectos deletéreos sobre la salud humana.

La utilización de estos agrotóxicos viene aumentando exponencialmente desde el año 1990: en ese momento se usaban 30 millones de litros/kg de venenos, en la campaña 2011/2012 se aplicaron más de 370 millones de litros. En la misma hectárea donde se usaban 2 ó 3 litros de glifosato por año, hoy se usan 8 ó 12 litros y se le agrega 1,5 litros de 2.4D por año, en Santiago del Estero, Salta y Chaco se usa hasta 20 litros/ha. de Round Up.



CONSUMO DE AGROQUÍMICOS.

Para cultivar 100 ha. de soja transgénica hoy necesitan 14 jornadas (días) de trabajo de 1 (uno solo) operario. De esos días, un día sembrará, otro día cosechará las 100 ha. Y los otros 12 días aplicara venenos sobre el mismo predio, esa es la actividad “productiva” que despliega el sistema de agricultura tóxica.

El gobierno estimula este tipo de producción, haciendo oídos sordos al reclamo de los pueblos fumigados de restringir inmediatamente las fumigaciones en zonas pobladas, prohibir las criminales fumigaciones aéreas y poner en discusión el sistema de producción agraria en la Argentina.

Después de 15 años de fumigaciones sistemáticas, los equipos de salud de los pueblos fumigados detectan un cambio en el patrón de enfermedades en sus poblaciones: los problemas respiratorios son mucho más frecuentes y vinculados a las aplicaciones, igual que las dermatitis crónicas. De la misma manera, los pacientes epilépticos convulsionan mucho más frecuentemente en época de fumigación, son más frecuentes la depresión y los trastornos inmunitarios.

Se registran altas tasas de abortos espontáneos (hasta del 19 por ciento) y aumentó notablemente las consultas por infertilidad en varones y mujeres. Los rebaños de cabras de los campesinos y originarios registran, en algunas zonas, hasta un 100 por ciento de abortos vinculados a la exposición con pesticidas. Se detecta también un aumento de trastornos tiroideos y de diabetes.

Cada vez nacen más niños con malformaciones en estas zonas, especialmente si los primeros meses del embarazo coinciden con la época de fumigaciones. Síndromes de Down, mielomeningoceles, cardiopatías congénitas, etc. se diagnostican con mayor frecuencia en estas áreas.

Los pueblos fumigados también presentan un cambio en sus causas de muerte. Según los datos de los registros civiles a los que hemos podido acceder, encontramos que más del 30 por ciento de las personas que mueren en estos pueblos fallecen por cáncer, mientras que en todo el país ese porcentaje es menor a 20 por ciento. La mortalidad por cáncer aumento claramente en estas áreas, siendo éste un fenómeno nuevo, detectado por nuestros colegas desde el año 2000 y no verificado antes. Curiosamente, la fecha coincide con la expansión del consumo de glifosato y otros agroquímicos que son masivamente aplicados en la zona.

La agresión química afecta a todas las personas, pero sin duda que los pobres del campo, los peones, sus mujeres y niños, son los que tienen menos posibilidades de proteger y recuperar su salud.

Además, desde el norte de Córdoba y Santa Fé, la mayor parte de los nuevos emprendimientos de agricultura tóxica son concretados por S.A. y pooles de siembra que utilizan la vía aérea de fumigación de manera casi generalizada y las dosis de venenos son mucho más alta por las condiciones climáticas y biológicas de la región, las consecuencias las sufren principalmente los pueblos originarios y los campesinos.

LAS EVIDENCIAS CIENTIFICAS.

Las manifestaciones clínicas que los médicos de pueblos fumigados observamos en nuestros pacientes encuentran su causalidad biológica en los resultados de investigaciones científicas en modelos experimentales con diversos plaguicidas, incluyendo glifosato. Así, por caso, investigaciones de nuestros científicos demuestran de qué manera el glifosato actúa en el desarrollo embrionario produciendo malformaciones (Carrasco 2010), y como este veneno genera daño a las moléculas de ADN del núcleo celular, promoviendo líneas celulares mutantes que ocasionarán cáncer si no logran ser eliminadas por el individuo (Alassia 2011, Simoniello 2010). El ensayo cometa que revela el daño que genera el glifosato en moléculas de ADN.

También, numerosas publicaciones científicas en todo el mundo demuestran cómo la exposición a agrotóxicos aumenta notablemente las tasas de malformaciones, abortos, cáncer y trastornos hormonales en las personas sometidas a fumigaciones reiteradas.

Incluso las Revisiones Sistemáticas de la Medicina Basada en la Evidencia sostienen la necesidad de disminuir esta exposición por contarse con evidencias suficientemente fuertes y consistentes para reconocer que la exposición a plaguicidas aumenta el riesgo de afectar la salud humana (Sanborn 2005 y 2007). (Ver en Informe 1º Encuentro: www.reduas.fcm.unc.edu.ar)

NEGOCIOS, CIENCIA Y SALUD.

A pesar de todas las denuncias hechas por los vecinos, la información recopilada en los Encuentros de Médicos de las facultades de medicina de Córdoba (2010) y de Rosario (2011), y todos los datos científicos que demuestran la toxicidad de los pesticidas, el Gobierno Nacional sigue apostando a aumentar la producción agraria con el mismo modelo. Desde el sector empresario, académico y gubernamental, que defienden a la agricultura tóxica, se sigue insistiendo que no hay pruebas suficientes…, nos recuerdan a Phillips Morris cuando afirmaba que no había pruebas de que el cigarrillo produjera cáncer de pulmón; ensayos controlados de toxicidad no son éticamente realizables en humanos, pero los datos epidemiológicos terminaron sepultando la coartada de las multinacionales del cigarrillo; como también demuestran hoy las toxicidad de los productos de Monsanto, Dow, Syngenta, Bayer o Novartis.

No se aplica el principio precautorio de la Ley de Ambiente, no se trata el proyecto de ley nacional que penaliza aplicar estos venenos sobre las personas, se sigue promoviendo el aumento indiscriminado de su utilización y se sigue manifestando que el glifosato es tan inocuo como “agua con sal” o que se puede tomar un vaso lleno de Round Up sin peligro, como lo hizo el Ministro de Ciencia y Tecnología Lino Barañao.
(ver: http://www.reduas.fcm.unc.edu.ar/el-glifosato-no-es-agua-con-sal/)

Predomina el negocio sobre el derecho a la salud, el oro sobre la conciencia y se aferran a las mentiras que impuso Monsanto cuando impulsó la producción transgénica. Incluso en los pueblos fumigados vemos cómo familias de productores muy afectadas por los químicos niegan esta relación, alucinados por la millonaria diferencia que alcanzan al final de la temporada.

Casi 2500 millones de u$s se gastan en agrotóxicos en Argentina; las empresas transnacionales proveen las semillas y los venenos, compran la producción, controlan nuestro comercio exterior y además especulan financieramente con el precio de los alimentos (estos son los que se quedan con la mayor parte de la renta). Y como si fuera poco, enferman a nuestra población rural y destruyen su ambiente con la complicidad de los gobiernos provinciales y el nacional.

JUICIO DE BARRIO ITUZAINGÓ.

La perseverante lucha de las madres de Ituzaingó, con el apoyo de la comunidad cordobesa, sus jóvenes, los médicos, los periodistas en general, logró que se reconociera violaciones a derechos esenciales con respecto a poblaciones fumigadas. Se aplicó por primera vez la Ley de Residuos Peligrosos que reconoce como delito contaminar el ambiente con residuos de una actividad productiva y la responsabilidad de los empresarios sojeros.

Después del juicio que sustanció la 1º Cámara del Crimen de Córdoba, hoy los pueblos fumigados pueden exigir a los fiscales y a los comisarios que frenen una fumigación que contamina un barrio o una escuela. Esta situación era inconcebible hace dos meses.

EFECTOS COLATERALES.

Algunos llegan a esbozar como excusa que las enfermedades y daños ambientales son los costos que pagamos, por nuestro “deber” de alimentar a una humanidad hambrienta. Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO/ONU) reconoce que desde el año 1986 se produce suficiente alimentos como para proveer a toda la población demostrando que el problema no es de producción sino de distribución.

También ONU y FAO anunciaron el año pasado que llegamos a 7 mil millones de habitantes en la tierra, que 1 mil millones pasan hambre y que 1.300 millones son obesos (comen de más y son un problema de salud pública). Pero lo más llamativo es que también se anunció que el mercado del alimentos genera 1.500 millones de tn de comida que no es consumida y se tira a la basura… y que podría alimentar a 2.300 millones de personas más. Es decir, este mercado puede tirar casi un tercio de su producción y sigue generando grandes ganancias.

Para ese mercado producen nuestros campos de soja y maíz tóxicos, para esos negocios contaminamos a la población y fumigamos las escuelas rurales llenas de niños.


Por Medardo Avila Vázquez, médico Pediatra y Neonatólogo titular de la red de Médicos de Pueblos fumigados y querellante en el Juicio de Barrio Ituzaingo.

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