¿Qué saben de dictadura los jóvenes?
Los países que sufrieron una época de dictadura tienen como consigna la expresión “Nunca más”. Nunca más volver a esos tiempos de barbarie, de impunes violaciones de los derechos humanos: con detenciones arbitrarias, torturas y muertes de los compatriotas.
En cuanto a nuestro país, una gran mayoría de la nueva generación no llegó a conocer los horrores de la dictadura. Tal vez por eso justifica la dictadura en algunas circunstancias. Según una encuesta del Ministerio de Educación, un gran porcentaje de los jóvenes dicen que la dictadura es buena si trae orden y seguridad. También si aporta beneficios económicos.
Es comprensible el deseo de la juventud de tener un país con seguridad y no esta sociedad dominada por la violencia y la delincuencia. También un bienestar económico accesible a todos los habitantes. Pero la experiencia de dictadura que hemos tenido habla de todo lo contrario.
En cuanto a la seguridad, “en nombre de la supuesta seguridad nacional se ha consagrado la inseguridad de las personas” (Puebla Nº 314). El orden reinante era la “unidad granítica” impuesta desde arriba; la “orden superior” era la ley suprema, dentro de un estado de sitio permanente, con vigencia de leyes liberticidas, como la Ley 209, sin funcionamiento de la justicia ni el respeto a las garantías constitucionales.
En cuando al bienestar económico, era privilegio de los beneficiarios de Itaipú, los contrabandistas, los evasores de impuestos, los usureros de los bancos y financieras, los narcotraficantes, y otros, dentro del sistema generalizado de corrupción.
La experiencia de dictadura que hemos tenido se encuentra documentada en los Archivos del Terror, el Museo de las Memorias, el Informe de la Comisión de Verdad y Justicia y en los testimonios vivos de los sobrevivientes de aquella época oscura y violenta.
Es hora de dar a conocer la verdadera historia de esos 35 años de dictadura, mediante la educación cívica y en los derechos humanos. Así como es un desafío lograr que la democracia sea apetecible por sus frutos, que deben concretarse en una vida digna para todos los habitantes de la República.
Los países que sufrieron una época de dictadura tienen como consigna la expresión “Nunca más”. Nunca más volver a esos tiempos de barbarie, de impunes violaciones de los derechos humanos: con detenciones arbitrarias, torturas y muertes de los compatriotas.
En cuanto a nuestro país, una gran mayoría de la nueva generación no llegó a conocer los horrores de la dictadura. Tal vez por eso justifica la dictadura en algunas circunstancias. Según una encuesta del Ministerio de Educación, un gran porcentaje de los jóvenes dicen que la dictadura es buena si trae orden y seguridad. También si aporta beneficios económicos.
Es comprensible el deseo de la juventud de tener un país con seguridad y no esta sociedad dominada por la violencia y la delincuencia. También un bienestar económico accesible a todos los habitantes. Pero la experiencia de dictadura que hemos tenido habla de todo lo contrario.
En cuanto a la seguridad, “en nombre de la supuesta seguridad nacional se ha consagrado la inseguridad de las personas” (Puebla Nº 314). El orden reinante era la “unidad granítica” impuesta desde arriba; la “orden superior” era la ley suprema, dentro de un estado de sitio permanente, con vigencia de leyes liberticidas, como la Ley 209, sin funcionamiento de la justicia ni el respeto a las garantías constitucionales.
En cuando al bienestar económico, era privilegio de los beneficiarios de Itaipú, los contrabandistas, los evasores de impuestos, los usureros de los bancos y financieras, los narcotraficantes, y otros, dentro del sistema generalizado de corrupción.
La experiencia de dictadura que hemos tenido se encuentra documentada en los Archivos del Terror, el Museo de las Memorias, el Informe de la Comisión de Verdad y Justicia y en los testimonios vivos de los sobrevivientes de aquella época oscura y violenta.
Es hora de dar a conocer la verdadera historia de esos 35 años de dictadura, mediante la educación cívica y en los derechos humanos. Así como es un desafío lograr que la democracia sea apetecible por sus frutos, que deben concretarse en una vida digna para todos los habitantes de la República.